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  2/09/2013

Una vez más, sé lo que hicísteis en agosto

Vaya si ha cundido el mes de agosto. Cada uno ha pasado sus vacaciones lo mejor que ha podido, pero las noticias no saben de pausas. Sin duda, la sorprendente retirada de Steve Ballmer ha sido la más relevante del mes: no elimina per se los problemas de la compañía, pero le permitirá instrumentar la reorganización en ciernes. En este sentido, es un game changer, como se dice ahora, y por ello merece encabezar la recopilación que compensa la ausencia temporal de este blog y el descanso de su autor. No ha sido la única de relieve, porque – como ha dicho con razón Meg Whitman, CEO de HP – toda la industria procura tomar posiciones ante el cambio de paisaje que no todos asimilan igual.

La frase de Whitman encaja con otro campanazo de agosto: Cisco ha puesto en marcha otra ronda de reducción de plantilla, supuestamente para adaptarse a un mercado que, dijo John Chambers, «cambia demasiado rápido». No se trata sólo de navegar a tientas en la predicada era del post-PC, sino de acertar en el auge del cloud y del big data, dos fenómenos nada fáciles de discernir, en los que empieza a notarse un overbooking prematuro. Se suponía que las grandes compañías estarían bien dotadas para orientarse en esas aguas, pero los resultados publicados por IBM y Oracle, entre otras, dan a entender que no es así.

Por otro lado, agosto no ha resuelto el intringulis de la ´privatización´ de Dell, incierta por el acoso de un tal Carl Icahn, que aun tiene arrestos para interferir en la estrategia de Apple [es otra de las noticias que se analizan más abajo]. A propósito, la pertinacia de los «inversores activistas» se está convirtiendo en un factor perturbador, del que se verán más pruebas en los próximos meses, a favor de las muchas incertidumbres que rodean a una industria financieramente estable (en general) pero atribulada por las dificultades para crecer. De allí que cada vez se dediquen más recursos a tener contentos a los accionistas, mientras se espera que la economía real dé un vuelco positivo.

Durante años, la disolución de tan importante matrimonio ha sido un rumor recurrente en la City londinense; esta vez sí, parece que será noticia: las dos partes han reconocido «conversaciones avanzadas» cuyo desenlace sería que Vodafone venderá a Verizon Communications el 45% de Verizon Wireless. La cuantía de la transacción se estima en unos 130.000 millones de dólares, fortuna que Vodafone usará en parte a contentar a sus accionistas y en parte a financiar su expansión en Europa. Cada CEO de Vodafone ha tenido su sueño de grandeza sobre la compañía. Chris Gent, que articuló el conglomerado a partir de la americana Airtouch, fue quien pagó 79.000 millones por el 45% de Verizon Wireless, y luego 142.000 millones por la alemana Mannesmann, la adquisición más cara de la historia (la que ahora se negocia sería la segunda).

Su sucesor, Arun Sarin, extendió la presencia de su imperio por África, India y Turquía, pero se desprendió de la calamitosa experiencia en Japón. Vittorio Colao, el actual CEO desde el 2008, empezó por liquidar las participaciones que nunca controlaría, en China y Francia, y el año pasado dio un giro con la compra de Cable & Wireless, puntada que remató con la de Kabel Deutschland .

Vittorio Colao vive estos días el momento culminante de su carrera. Prolongar el statu quo con Verizon hubiera sido posible, y rentable mientras el socio no bloqueara el pago de dividendo, pero el directivo italiano tiene una «hoja de ruta» que requiere a) sólida base financiera y b) clara conformidad de los accionistas. El vuelco que pretende dar a la compañía tiene dos rasgos: dejar de ser un operador esencialmente móvil y reforzar su presencia en Europa. Según el Financial Times, en su cuaderno de posibles compras se encuentran la española Ono, la suiza Swisscom y la italiana Fastweb, ninguna de ellas un bocado grande pero que, en conjunto, sugieren por dónde podría ir el crecimiento de Vodafone. Otro gallo cantaría si fuera cierto el rumor según el cual el magnate John Malone – 30.000 millones de valor bursátil – estaría pensando en vender los activos de banda ancha en doce mercados europeos; Vodafone sería el candidato ideal, pero probablemente tendría que revender las operaciones en Reino Unido y Alemania.

Las circunstancias son propicias para que vuelva a hablarse del supuesto interés de AT&T en desembarcar a este lado del Atlántico. De manera que una noticia de finales de agosto, aparentemente más financiera que otra cosa, podría acabar siendo la espoleta de una nueva e imprevista fase de consolidación del sector de las telecos en Europa. Con un matiz importante: la telefonía móvil forma parte del menú, pero sigue siendo uno de los platos principales. Bruselas,mientras tanto, a verlas venir.

El subidón de las acciones de Microsoft tras el anuncio de retirada de Steve Ballmer sólo tiene una interpretación: los inversores – o quienes guisan en su nombre – deseaban un cambio en la cúpula de la compañía y ahora esperan que ese cambio se traduzca en un aumento del valor bursátil, para sacar tajada. Está a la vista que la acción se ha estancado desde que Ballmer inició su mandato, en enero del 2000 [35,62 dólares], hasta el 22 de agosto del 2013 [34,75 dólares].

Desde luego, Microsoft ya no es la empresa más valiosa del mundo, pero aún está entre las cinco primeras. Esta forma de valorar la trayectoria de Ballmer es tan impropia como regocijarse con su histrionismo y sus múltiples errores de juicio, que estos días se ventilan en Internet.

Si sólo se atiende a los resultados, Microsoft ha crecido a un ritmo del 16% anual en los trece años de su gestión, lo que es insólito para una empresa de su tamaño. En junio ha cerrado el ejercicio 2013 con 77.800 millones de dólares de ingresos y 21.800 millones de beneficio; por otro lado, atesora 77.000 millones en cash y su deuda es de sólo 15.600 millones. Por lo tanto, los problemas que habrán dictado la decisión de Ballmer son otros, aunque algún «inversor activista» opine lo contrario. Tiempo habrá de dedicar otro post a esos problemas que Ballmer dejará como legado.

Porque hay una relación directa entre este desenlace y la reorganización decidida en julio. Anunciar ambas cosas a la vez hubiera generado un lío tremendo; dejar correr el tiempo hubiera recortado la capacidad quien tenga como primera, y nada fácil, tarea la de articular esos cambios. Lo que Microsoft necesita no es un heredero más o menos continuista, sino alguien que lleve el timón de una nueva fase, más delicada (y menos tranquila) que la transición de Gates a Ballmer. El plazo de 12 meses sería una formalidad: es impensable que la compañía se vea forzada a vivir un año con el síndrome del ´pato cojo´. Entonces, parece plausible suponer que el nombre del elegido/a se comunicará antes o durante la junta de accionistas, que se celebrará en noviembre.

Lógicamente, la intriga está en los nombres de los/as candidatos/as. John Thompson – respetado ex CEO de Symantec – que preside la comisión del consejo encargada de la selección, ha admitido que lleva meses discutiendo con Ballmer [¿Bill Gates no tiene nada que decir?] los atributos que debería reunir quien lo suceda. ¿Interno/a o externo/a? es la primera pregunta. La insistencia en la cuestión de género obedece, simplemente, a que en Microsoft es hoy sostenible la hipótesis de una chief executive officer. La opción interna podría, eventualmente, reabrir recelos entre los beneficiarios de la reorganización que pretende superar devices and services company.

Así las cosas, se hace difícil imaginar un relevo externo, que en todo caso debería recaer en alguien que habiendo sido directivo de Microsoft – lo que aseguraría su familiaridad con la cultura corporativa – haya ocupado en los últimos años funciones de CEO en otra empresa (hay tres o cuatro que reunirían esos requisitos), pero su retorno pudiera entrañar más recelos que la otra opción.

Uno tras otro, los responsables de las dos grandes líneas de negocio de HP, que aportan el 75% de sus ingresos, han sido apartados de sus puestos. Primero fue Todd Bradley, desplazado a una difusa vicepresidencia a cargo de ´iniciativas estratégicas de crecimiento´; en agosto, Dave Donatelli ha pasado de dirigir el crucial Enterprise Group a un rol decorativo: «identificar compañías jóvenes dotadas de tecnologías interesantes». El sustituto de Donatelli será Bill Veghte (en la foto). Meg Whitman no ha escondido con frases hechas los motivos reales de su enfado: la ejecución inconsistente», dijo, se manifiesta crudamente en los pobres resultados del Enterprise Group, ampificando la magnitud de los retos que plantea el mercado.

El 9% de descenso en los ingresos del tercer trimestre, que en la suma de nueve meses representa una caída del 8,4% (unos 2.000 millones de dólares menos). El capítulo más castigado ha sido el segmento de servidores (-11,7%), en el que «hemos perdido cinco puntos de cuota de ingresos en este trimestre, mucho más de lo aceptable», subrayó Whitman. Las nuevas iniciativas de servidores hyperscale y Moonshot están lejos de compensar la tendencia declinante de los equipos estándar.

De más está decir que Donatelli, como vicepresidente ejecutivo a cargo de este negocio, ha pagado los platos rotos, y la CEO quiso hacer oir un mensaje explícito: «me siento decepcionada, y obviamente este es el fundamento de mi decisión». Moraleja: nadie tiene asegurada su posición en HP si no cumple con los resultados.

Para la compañía, las consecuencias van más allá de un revolcón trimestral. En octubre del año pasado, Whitman se fijó como objetivo estabilizar las cuentas en 2013 para iniciar en 2014 una etapa de «recuperación y expansión». En las circunstancias presentes, ha tenido que reconocer que esa previsión es improbable; sobre ello se explicará en el próximo Analyst Day (20/10). La reducción de costes y el recorte de la deuda (-14% en el trimestre) han sido bien valorados por los analistas, pero no han impedido que la acción de HP retrocediera en su trayectoria alcista de los últimos meses.

El caso es que la reestructuración en la cúpula eleva al segundo puesto de facto a Veghte – hasta ahora COO, antes a cargo de la estrategia – que ha ido ganando influencia desde que en mayo del 2010 abandonó su alto cargo en Microsoft para fichar por HP para reorganizar su división de software, que desde entonces ha sido la más rentable de la compañía. Algunos analistas han querido ver en Veghte un eventual candidato a suceder a Whitman, y otros sugieren que su nueva posición será un obstáculo para cualquier tentación (no menos eventual) de retornar a Microsoft.

En todo caso, Whitman ha ratificado que su plan para dar la vuelta a la compañía es de cinco años. Y para sentirse arropada, ha fusionado las funciones de marketing y comunicación, poniendo a su frente a Henry Gomez, que goza de su confianza tras haberla asesorado en la frustrada candidatura a la gobernación de California.

Nada menos que quince meses ha tardado Facebook en alcanzar el precio de su acción del día de su salida a bolsa en mayo de 2012. Los especuladores que apostaban por una valorización a corto plazo se llevaron un chasco; hace un año, llegó a cotizar a la mitad de los 38 dólares que se pretendían inicialmente, un derrumbe que se dijo provocado por inversores impacientes. Estas vicisitudes no han afectado la marcha operativa de la compañía, según atestiguan sus resultados trimestrales recientes. Desde el 24 de julio, cuando Facebook presentó sus resultados, la acción ha subido un 56% – ha cerrado agosto a 41,28 dólares – y la capitalización ha cruzado el umbral de los 100.000 millones de dólares.

Un punto de vista bursátil razonable aconsejaría prudencia: valga como ejemplo que LinkedIn – genéricamente adscrita a la categoría de red social – se ha revalorizado un 400% desde su salida a bolsa [aunque su capitalización de 25.000 millones es una cuarta parte de la de Facebook]. Cualquier analista diría que Facebook cotiza a un múltiplo de 10 veces sus ingresos mientras que el de LinkedIn es de 13x. Y debería advertir que una y otra deberían multiplicar sus ingresos para justificar realmente esas ratios.

La clave, en el caso de Facebook, parece estar en la progresión acelerada que está teniendo su tráfico, y por consiguiente sus ingresos, originados en móviles: en el último trimestre el crecimiento ha sido del 75%. Se puede decir que la propuesta de promover el uso de la banda ancha móvil en los mercados emergentes – competitiva con la idea de los globos de Google – no se debe tanto al altruísmo de Mark Zuckerberg cuanto a la necesidad de extender su alcance geográfico y, por consiguiente, su tráfico.

Los resultados con los que Cisco ha cerrado su año fiscal han sido objetivamente buenos. Los ingresos del cuarto trimestre han marcado un crecimiento del 62,% [12.417 millones de dólares], con énfasis en los negocios de Video [+23%] y Data Center [+43%], pero flojera en las líneas de switching y routing, que aportan el 47% de los ingresos totales. En términos anuales, los ingresos crecieron un 5,5% y los beneficios un 24,2%. Es difícil entender la arbitraria bajada de la cotización. Es verdad que la acción acumulaba un 34% de ganancia desde enero. Y que Cisco ha cumplido con la promesa de mantener una velocidad de crucero del 5 al 7% anual. Pero John Chambers no ha escondido su preocupación por el entorno macroeconómico, hasta el punto de prever una desaceleración – crecimiento del 3 al 5% – en el primer trimestre del nuevo ejercicio.

Con todo, lo que más ha llamado la atención no ha sido este galimatías de cifras, sino el anuncio de que procederá a un nuevo recorte de plantilla, estimado en 4.000 personas. Y no es el primero: 500 puestos en 2013, 1.300 en 2012 y, el más drástico, 6.500 en julio de 2011. Una escabechina en cuotas, vamos.

¿Por qué esta obsesión por achicar una empresa que crece? Chambers ha explicado que es un sacrificio necesario para reasignar recursos tras la integración de las compras del último año: hasta ahora, en 2013, Cisco ha anunciado o completado la adquisición de siete compañías, en segmentos de actividad que renuevan el perfil de la compañía [movilidad, cloud, Internet de las cosas] y reducen la exposición en las áreas más tradicionales. No está claro, en este momento, si los recortes afectarán principalmente al personal recientemente incorporado; lo único que ha dicho Chambers es que hubieran debido aplicarse gradualmente, moviendo recursos de unas áreas a otras, pero la marcha del mercado obligará a acelerarlos. Tampoco está claro que sea esto lo que preocupa a los inversores, que no se caracterizan precisamente por su sensibilidad social.

Por definición, un «inversor activista» es un tipo de especulador que hace pesar las acciones que posee de una empresa para presionar a sus directivos – normalmente en horas bajas – y forzarlos a tomar medidas que favorezcan – a ellos y a otros como ellos – su objetivo de beneficios rápidos. El más conspicuo exponente de la especie es Carlo Icahn (en la foto) que a lo largo de los años ha puesto de rodillas a numerosas empresas (uno de sus triunfos fue la ingeniosa partición de Motorola). En los últimos tiempos, Icahn le ha tomado gusto a ejercer esas tácticas con empresas de tecnología. En los ratos libres que le deja su batalla, aún pendiente, con Michael Dell, ha invertido 1.500 millones de dólares en Apple, y lo ha hecho público a través de Twitter (curiosa afición para un señor de 78 años).

Por este medio ha comunicado al mundo que ha tenido una amable conversación con Tim Cook, a quien ha aconsejado una masiva compra de autocartera para elevar el precio de una acción a todas luces infravalorada. Claro está que Apple no es Dell, y a Cook hay que tratarlo con tacto, porque al fin y al cabo 1.500 millones no son gran cosa, proporcionalmente.

En realidad, al señor Icahn le importa poco el debate entre analistas sobre si Apple ha aflojado o no el ritmo de innovación, y mucho menos cómo ha de ser el iPhone que va a presentar el 10 de setiembre; en su punto de mira está la bolsa. En junio, Cook accedió a hacer aquello lo que le exigía – con amenaza judicial, en su caso – otro «activista»: Apple ha acordado la compra de 18.000 millones de dólares en acciones propias, y el consejo ha autorizado hasta 100.000 millones antes del 2015. La maniobra ha tenido la virtud de subir el precio de la acción, cosa que a Cook le viene muy bien… y a Icahn mejor. Pero este pretende, amablemente, que la cifra se eleve a 150.000 millones, y en todo caso la operación se haga cuanto antes.

Incluso para una empresa que vale 450.000 millones en bolsa, el monto es enorme. La segunda derivada en el consejo de Icahn señala que Apple podría dedicar a ese propósito parte de su rebosante tesorería e incluso endeudarse aprovechando los bajos tipos de interés favorecidos por la política monetaria anticrisis. Al parecer, Cook le ha dado largas, porque confía en que la acción subirá por efecto de los productos que está a punto de anunciar, junto con el acuerdo con China Mobile para ganar peso en el mayor mercado del mundo.

La inversión en publicidad digital alcanzará este año los 116.800 millones de dólares, una quinta parte del total del mercado publicitario global, gracias a una expansión del parcial (23%) que contrasta con el modesto 2,8% en el total, según estima eMarketer. Este es el contexto de la fusión anunciada por Publicis y Omnicom, que ocupan los puestos dos y tres del ranking mundial. La fusión, valorada en 35.000 millones de dólares, elevará al grupo al primer puesto. Supuestamente, la operación viene exigida por un cambio de modelo de negocio. Es urgente redefinir el papel de dos grupos que ya son gigantes, y su relación con «nuestros amigos del Silicon Valley».

El modelo tradicional de venta de publicidad evoluciona rápidamente, y los clientes tienen tendencia a entenderse directamente con Google y afines, detrayendo ingresos del espacio que han ocupado las agencias de publicidad y servicios de marketing. Tanto o más importante que la creatividad es la capacidad de análisis de las múltiples fuentes de datos sobre los consumidores. Nada lo ilustra mejor que la evolución de la publicidad en los móviles, que ha pillado por sorpresa al sector.

Para responder al fenómeno, Omnicom ha potenciado las capacidades digitales de sus agencias, y sólo marginalmente ha hecho adquisiciones en los últimos años; Publicis ha tendido a hacer lo contrario, acumulando la propiedad de agencias medianas y especializadas. Las dos corrientes van a confluir, por decisión de sus respectivos presidentes, John Wren y Maurice Levy (en la foto). Puede que la convergencia de activos permita al nuevo grupo consolidar una política de adquisiciones, pero – como ha señalado un competidor de visión más convencional- «las ideas no son más brillantes porque seas más grande». Si algo está demostrando la adopción de la tecnología digital, es que la escala no es un factor decisivo. Aun así, es posible que el líder actual, WPP se vea forzado a seguir la corriente de consolidación; no faltan candidatos, dependiendo del precio.


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